dimecres, 13 de juny del 2012

El Socialismo Autogestionario como superación de la Socialdemocracia


El Socialismo Autogestionario como superación de la Socialdemocracia


“Si una idea no parece absurda de entrada, pocas esperanzas hay para ella” Albert Eisnstein.


“El mundo ya está suficientemente analizado, ahora de lo que se trata es de transformarlo” Karl Marx.




1.- Quisiera empezar este artículo con una afirmación contundente, enfática y seguro que polémica: ¡La socialdemocracia como proyecto ideológico y político trasformador de la sociedad ha muerto! Ha sido víctima del propio proceso histórico en general, de su incapacidad de adaptación a los nuevos tiempos, de sus propios errores, de su burocratización y de su imposibilidad de dar respuestas creíbles y esperanzadoras frente a la actual crisis sistémica mundial. 
Seguramente el acta de defunción fue firmada de una manera oficial el 15 de noviembre de 2008, en la reunión del G-20 en Washington convocada por George W. Bush. Dicha cita se celebró en un contexto de desestabilización política y económica tras los recientes derrumbes bancarios y bursátiles y el inicio de la crisis financiera global que ha llegado hasta nuestros días. Por su potencial relevancia fue comparada en su momento con los “Acuerdos de Bretton Woods” celebrados en 1944 tras la Segunda Guerra Mundialdonde los estados más industrializados acordaron las reglas comerciales y financieras a seguir y diseñaron el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), creando la arquitectura económica mundial vigente básicamente hasta la reciente actualidad.

De una manera solemne, el –en aquel momento- presidente de turno de la UE, Nicolás Sarkozy anunció que la reunión serviría para “refundar el sistema capitalista”. A esta reunión convocada en un momento de crisis sistémica mundial con el objetivo declarado de recomponer el sistema, asistieron de manera entusiasta lideres socialdemócratas tan significativos como Dominique Strauss-Kahn (en nombre del FMI), Lula da Silva, Rodríguez Zapatero y Gordon Brown. Este último propuso incluso que los líderes mundiales deberían acordar un nuevo sistema económico: "Tenemos que celebrar un nuevo Bretton Woods, construyendo una arquitectura financiera internacional nueva para los años venideros” y abogando por la continuación del vigente modelo de globalización y libre mercado.



Esta fecha marca un hito determinante, certifica el fin de la socialdemocracia como alternativa al sistema capitalista puesto que renuncia formal y públicamente a luchar por la construcción de una alternativa al mismo y abandona la lucha para construir una nueva sociedad, más justa, igual y libre, en definitiva para construir el socialismo del siglo XXI.


Anteriormente ya había habido algunos intentos más o menos declarados de ahondar en este camino. La llamada “tercera vía” de Tony Blair, la cual y según sus propias palabras era definida como: “La Tercera Vía es un camino de renovación y éxito para la moderna democracia social. No se trata únicamente de un compromiso entre la izquierda y la derecha. Persigue adoptar los valores esenciales del centro y de centro-izquierda y aplicarlos a un mundo de cambios económicos y sociales, libre del peso de una ideología obsoleta”… “La Tercera Vía supone una nueva línea dentro del centro-izquierda. La izquierda del siglo XX ha estado dominada por dos corrientes: una izquierda fundamentalista, que veía el control del Estado como un fin en sí mismo, y una izquierda más moderada, que aceptaba esa dirección básica, pero estaba a favor del compromiso. La Tercera Vía es una reevaluación seria, que extrae su vitalidad de unir las dos grandes corrientes de pensamiento del centro-izquierda -el socialismo democrático y el liberalismo-, cuyo divorcio durante este siglo contribuyó tan claramente a debilitar la política de signo progresista a lo largo y ancho de Occidente.”


La Tercera Vía de Tony Blair fue un vano intento de construir un pensamiento progresista compatible con la desregulación financiera y con la globalización en un marco neoliberal. 
Este nuevo modelo, llamado por algunos socialismo-liberal, estuvo en boga –antes de demostrarse su absoluto fracaso- entre muchos líderes socialistas europeos. El mismo Rodríguez Zapatero fue uno de los abanderados en España de este modelo dentro el PSOE, la plataforma que fundó para optar a la secretaría general de este partido se llamaba precisamente “Tercera Vía” y formaban parte de ella personajes como Carme Chacón, Jordi Sevilla y Jesús Caldera, todos ellos posteriormente ministros del gobierno de España.


2.- Por otro lado, es importante recordar cual es el origen de la socialdemocracia actual. El actual modelo de socialdemocracia viene aparejado al concepto del “estado del bienestar” y surge inmediatamente después de la II Guerra Mundial, como un gran pacto social entre el capital y el trabajo, en el marco de las teorías económicas keynesianas, entre democristianos y socialistas. El pacto nace como un dique frente al miedo a la extensión del comunismo patrocinado por la URSS y como una salida racional a la crisis posbélica y consiste esencialmente  en que el capital favorecería las medidas sociales y de mayor bienestar de las clases trabajadoras y los socialistas incorporarían en su ideario el no cuestionamiento del sistema capitalista y el libre mercado.


Es importante señalar no obstante, que los partidos socialistas que adoptaron dicho pacto no renunciaron –en aquellos momentos- al mantenimiento en sus programas –e incluso en sus estatutos- el objetivo de la conquista del socialismo como meta final.
El pacto funcionó hasta hace muy poco. En este sentido, podemos constatar que la diferencia  –en el fondo- entre la política económica estructural implementada  por los partidos de izquierda o de derecha en la mayoría de países europeos es mínima. Derecha e izquierda, a pesar de representar a unos electores con motivaciones muy diversas, cuando no profundamente contrapuestas, con ideologías no pocas veces antagónicas, han realizado, en la práctica, la misma política en este campo. No así en cambio en las políticas sociales o de libertades cívicas donde la diferencia si ha estado más marcada.
Sin embargo, podemos afirmar con contundencia que este gran pacto social que fue el origen de la socialdemocracia se ha quebrado. Aquellos viejos cristianodemócratas, humanistas democráticos con sentimiento social, han sido reemplazados por agrios conservadores hijos de la revolución neoconservadora de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y que cuentan con nuevos amigos en su propio seno o a su derecha, ya sean viejos y siniestros conocidos europeos como hemos visto en Flandes, Grecia, Francia, Austria o Hungría, o una derecha fundamentalista y ultraconservadora representada por los Bush y los “neocon”, y sus amigos y sucesores: el Tea Party, los Aznar, Rajoy, Cameron,Sarkozy, Merkel, Berlusconi, etc.


Esta nueva derecha, que la profunda crisis económica y social que estamos viviendo ha puesto en evidencia, a demostrado lo poco tiene que ver con la que contribuyó a construir el Estado del bienestar europeo. Estos nuevos actores han dinamitado aquel pacto social. Para ello se ha utilizado como excusa la afirmación que la única prioridad es la salida de la crisis y la argumentación absurda de que la única receta para ello son las políticas de austeridad, la destrucción del estado del bienestar tal como lo conocemos y los recortes cada vez más fuertes en las prestaciones y derechos sociales.

La ley del mercado y la ley de la selva se han impuesto en el mundo. La economía no productiva ha sido sustituida por la economía financiera y especulativa. La soberanía de los gobiernos nacionales ha sido sustituida por la soberanía de las empresas de rating. La política ha sido sometida a la economía.
Ante ello la socialdemocracia europea no ha sabido o no ha podido dar respuestas frente a esta situación, ya sea desde el gobierno o desde la oposición. Es más, no solo no las ha dado, sino que se ha plegado a la lógica del sistema, aplicando sumisamente las recetas neoliberales y dando apoyo a la “refundación del capitalismo”. Se ha hecho precisamente lo contrario de lo que hubiera sido coherente con su ideología, que debiera haber sido aprovechar la crisis sistémica para ofrecer alternativas de avance hacia la construcción de una nueva sociedad.
La socialdemocracia se ha resignado a jugar solamente el rol histórico de dar un “barniz humano”al sistema, impulsando medidas sociales de carácter paliativo para tener más o menos satisfecha a la población, pero sin cuestionar ni variar un ápice las políticas económicas neoliberales. Es decir, la socialdemocracia ha aceptado ser la anestesia del sistema.
Esto, conjuntamente, con la deriva autoritaria y poco transparente de los partidos socialdemócratas europeos (con alguna honrosa excepción), la lacra de la corrupción y el inmovilismo de sus estructuras partidarias, ha provocado una inmensa frustración y desafección de amplias capas de la población y de sus votantes naturales.
En este sentido, la consecuencia directa de no cuestionar el sistema convierte a la socialdemocracia y, en general, a todos aquellos partidos y sindicatos que lo aceptan, en meros aparatos del estado capitalista, al mismo nivel que la policía o la judicatura, por ejemplo. 


En definitiva, la socialdemocracia y sus partidos ya no son aquella herramienta útil para transformar la sociedad. Es más, yendo más lejos, al sistema ya le interesa una izquierda sumisa y obediente que ponga vaselina o rostro humano a “los mercados”. Son, objetivamente por tanto, un obstáculo para la búsqueda de alternativas reales.


Consecuentemente, se puede constatar que la dicotomía hoy, o la contradicción principal –en terminología marxista-, ya no es entre izquierda o derecha. Estos términos han perdido su valor esencial. Hoy la línea roja de separación está entre los  que aceptan o no el sistema capitalista.


3.- Esto nos lleva al punto inicial. ¿Y ahora qué? ¿Cual  podría ser hoy la alternativa al capitalismo? 


Entendemos que hay que establecer una nueva vía, superadora de la socialdemocracia y alejada del socialismo autoritario preconizado por el sistema soviético. En estos momentos el nuevo paradigma debe estar centrado en la ciudadanía y en como esta se empodera de las decisiones que les afectan en su cotidianeidad. Se debe conseguir el retorno real a la soberanía popular, a partir de dos criterios esenciales: la democracia real y la autogestión en todos los campos y sectores de la sociedad, la economía y las estructuras del estado y la comunidad.
Estaríamos definiendo un sistema de “autogestión global”. La autogestión y descentralización del poder es la mejor manera de garantizar la libertad y el gobierno global debe dedicarse a mediar, estableciendo el mayor consenso posible entre las diferentes comunidades humanas y territoriales y los diferentes sectores de producción.
Mario Bunge, desde otro campo ideológico, propone el concepto “democracia integral” y lo define como un sistema donde todos comparten la riqueza, la cultura y el poder político. Afirma que cuando un grupo monopoliza alguno de estos recursos, no sólo excluye a la gran mayoría, sino que también termina por apoderarse de los demás recursos. Esto ocurre tanto con el capitalismo como con el socialismo autoritario. Por esto preconiza la combinación de la democracia (o autogobierno) con el cooperativismo.


Desde el campo marxista se propone el concepto de “socialismo autogestionario” como un sistema político basado en la participación de las diferentes comunidades cercanas a la vida cotidiana colectivizada (empresas, sindicatos, territorios) en la gestión de comunidades políticas superiores (estado, naciones, federaciones, confederaciones, etc.) Con el establecimiento de una economía de mercado y competencia, con autogestión de los trabajadores y una economía planificada, con la nacionalización de los grandes sectores estratégicos (educación, sanidad, energía, transporte, banca, infraestructura de comunicaciones, etc.) en un solo modelo unificado de tipo federal, generando una forma diferente y moderna de estado socialista. De hecho, desde mediados de los años 80, un pequeño grupo de científicos sociales vinculados al Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias (Cuba), viene defendiendo el cooperativismo y la autogestión como ejes de la construcción económica socialista.
La autogestión implica la propiedad social de los medios de producción y la descentralización máxima de las decisiones, lo cual no impide un acuerdo o conexión con otros entes superiores que deben ser representativos de la base. Supone la participación de la base y sus representantes en todos los entes u organismos del nivel superior, los cuales se convierten en unidades sociales y administrativas libremente constituidas, gestionadas y coordinadas.


El socialismo autogestionario propugna la propiedad social de los medios de producción a partir de determinados niveles de volumen de empleo. La gestión autónoma y cogestión por parte de los trabajadores en las empresas socializadas y la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas privadas y la planificación descentralizada.
Ya hace bastante tiempo que muchos sectores de la sociedad se están organizando en base a estos criterios cooperativos y comunitarios: Las asociaciones de ayuda mutua en barrios, pueblos y ciudades, de intercambio del tiempo, las cooperativas de producción o de trabajo asociado, las cooperativas agrarias y la venta sin intermediarios. Poco a poco se ha ido entramando de una manera espontánea otra manera de vivir, de producir y de intercambiar.


Entendemos que el socialismo autogestionario debe ser algo más que una estrategia y debe apuntar seriamente a la construcción de un modelo de sociedad deseable y alcanzable, en definitiva, hacer realidad aquel viejo y bonito lema de “otro mundo es posible”
El socialismo tiene que tener otra dimensión. No se puede limitar a presentar soluciones o alternativas al capitalismo y no puede tampoco limitar sus propuestas al terreno económico, reivindicando los derechos económicos de la sociedad frente a los derechos económicos de la propiedad. También tiene que reivindicar la reapropiación no sólo de los medios de producción, sino, sobre todo, de los medios de decisión.


La gran demanda de la sociedad actual es, precisamente,  la participación: participar en la empresa, participar en el barrio, municipio o nación, participar en el sindicato y en el partido y que toda esta participación sea tenida en cuenta. El gran desarrollo del nivel cultural, tecnológico e informativo de la sociedad hace posible esta democracia participativa. Lo que es posible y, además, deseable, se hace necesario. 
Solamente una nueva actitud del socialismo es capaz de imaginar e implementar estas nuevas fronteras de convivencia y unos nuevos modelos de civilización, capaz de permitir escapar al dogmatismo filosófico o la hegemonía de un solo pensamiento, capaz de aceptar e integrar todas las fuentes del socialismo. Desde Marx, Engels, Rosa Luxemburgo o Gramsci; desde Owen, Saint Simon o Fourier; desde Proudhon, Bakunin o Kropotkin; desde Fernando de los Ríos o Besteiro; desde Abad de Santillán; desde Andreu Nin y Joaquín Maurín, desde Francesc Layret y “El Noi del Sucre” o desde las perspectivas cristianas de la comunidades de base y la teología de la liberación.


Esta es una lucha global y puesto que el capitalismo es un sistema mundial, solo se podrán enfrentarse a los retos que este plantea si también se organizan a escala internacional. La recuperación e integración, a partir de la convergencia de las diferentes corrientes históricas del pensamiento socialista a partir del “socialismo autogestionario” que se propugna puede hacer posible la construcción de una Quinta Internacional, como propugna Samir Amin, a partir de la superación de las contradicciones que supusieron la ruptura de la Primera.
El socialismo tiene que abrir las nuevas fronteras de la democracia. Dar a la sociedad la dimensión humana del pleno desarrollo del hombre en una comunidad capaz de autogobernarse, de autoadministrarse, de autorrealizarse.
Curiosamente, esta no es una idea nueva en nuestro país. El socialismo autogestionario, fue propugnado de una manera solemne por Joan Reventós y otros dirigentes socialistas de su época como una de las líneas maestras y fundacionales de lo que sería el nuevo Partit dels Socialistes de Catalunya, surgido en 1978 como fusión de las grandes corrientes socialistas y socialdemócratas de Catalunya. Luego esta idea fue olvidada o aparcada por el pragmatismo, el tacticismo, el inmediatismo y la burocracia. Joan Reventós, Pep Jai, Ramón Sánchez Jurado; Enric Adroher Gironella, Josep Rovira i Canals, Francesc Casares. J.I. Urenda, Serra i Moret, Marta Mata, María Aurelia Campmany, Alfons Carles Comín, Jordi Solé Tura y tantos otros, hoy  defenderían estos principios. Estoy seguro.


Francesc Osan






4 comentaris:

  1. He de dir que en primera lectura, estic bastant d’acord amb l’article, sobretot en la fase d’anàlisi, en tot cas lo mes important es la reflexió, el pensament, que es desprèn de la lectura, i la posada en comú per prendre consciencia “no de lo malament que esta tot” sinó de quina resposta individual i col·lectiva farem.
    Salut!
    Carles

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  2. Me encanta tu entusiasmo, como voy a decirte que no estoy de acuerdo.Pero como podemos hacerlo realid?.Aunque solo sea el inicio me gustaria estar ahi.

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  3. Felicitats! el cert és que m'ha agradat llegir el teu article! està ben escrit i no es fa pesat, és il·lustrador i entenedor, sabent desfilar el cabdell de llana desde l'actualitat fins als seus inicis; fent un seguiment històric als diferents episodis de la socialdemocràcia. Estic totalment d'acord amb tu pel que fa a la teva opinió de la socialdemocràcia. Ha estat la filla correcta, la filla predilecta que feia que els engrenatges del sistema no féssin pudor, i ans encara quedéssin decorats amb cortines de suposat progressisme. Però ara, i en els moments on s'ha de plantar cara, on s'han de produir canvis radicals, aquesta opció s'endevina totalment buida.

    M'agrada la opció del socialisme autogestionari perquè va en la línia de tornar enrere; tornar a lo esencial; tornar a lo humà. Jo sóc del parer que hem de desaprendre; ens hem de treure aquesta motxila que el capitalisme ens ha creat, on hi tenen cabuda el consumisme, l'abaricia, l'individualisme, la competitivitat i -sobretot- que el benestar, el bé comú, sols depèn del que lo econòmic.

    Tornem a lo esencial, tornem a l'individu, a la comunitat i al cooperativisme i a defensar la justicia social, l'abolició de la pobresa o la igualtat d'oportunitats no com a un affair econòmic sino com a una reivindicació política i universal, com un dret humà universal i inalienable més.

    Elisenda

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  4. Tornarem a lluïtar, tornarem a sufrir, tornarem a vençer... Gràcies Francesc per les teves reflexions!
    MªLluïsa Tarrida

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