divendres, 6 de juliol del 2012

LA VIGENCIA ACTUAL DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS


LA VIGENCIA ACTUAL DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS 


Hemos podido ver en la mayoría de encuestas recientes, tanto en España como en el conjunto de Europa la creciente desafección de la ciudadanía acerca de la política i los políticos y la profunda desconfianza que los partidos políticos producen entre la población.


Uno de las consignas coreadas en los movimientos del 15-M, ha sido precisamente el de “No nos representan” o incluso el “Que se vayan todos”


Varios son a mi entender los factores que explican este alejamiento de las ciudadanía hacia los partidos políticos y a la política en general (veanse los crecientes y cada vez mayores índices de abstención en todas las elecciones). Unas son razones coyunturales y otras de tipo estructural.


Las primeras son de sobras conocidas y analizadas: la corrupción generalizada y el tráfico de influencias que mancha a prácticamente todos los partidos, la opacidad de la financiación de los mismos, su poca o nula capacidad de transparencia i democracia interna, la sensación de que son exclusivamente maquinarias para obtener el poder al coste que sea, un sistema electoral poco representativo donde votas unas listas cerradas, no a unas personas y de las que, con suerte, conoces a los 2 o tres primeros de cada lista y, finalmente, y no menos importante la percepción que lo que se discute o legisla en los diferentes parlamentos no tiene nada que ver  con lo que realmente preocupa en la calle, con los reales problemas de los ciudadanos. 


Por otro lado, este pasotismo de la política y de los partidos políticos constituye un caldo de cultivo muy propicio para el auge del fascismo y del populismo. Es la época de los “salvadores de la patria”, sean neonazis, payasos de la tele o simplemente ladrones disfrazados de políticos (Berlusconi para más señas).


Sin embargo, la problemática es más profunda. Hay razones estructurales que determinan que este sistema no puede funcionar debido a causas puramente objetivas. Es más, soy de la opinión que muchos de los problemas antes citados tienen un origen estructural, siendo por tanto irresolubles en si mismos.
Los partidos políticos, en su concepción actual y –esto es importante, sin apenas cambios-, surgieron en el último tercio del siglo XVIII y en la primera mitad del XIX en Inglaterra y los Estados Unidos de América. El origen de los partidos políticos, tiene que ver con la implementación de los mecanismos de la democracia representativa, principalmente con la acción parlamentaria y electoral.
Una de las opiniones con mayor aceptación en la teoría política afirma que los partidos modernos tuvieron su origen remoto en el siglo XVII, evolucionaron durante el XVIII y se organizan, en el pleno sentido del término, a partir del XIX y, concretamente, después de las sucesivas reformas electorales y parlamentarias iniciadas en Gran Bretaña en 1832. 
Los partidos modernos, fueron condicionados por los procesos de formación de los Estados nacionales y por los de modernización, que ocurrieron en el mundo occidental durante los siglos XVIII y XIX.
Los partidos políticos, pues, tienen su razón de ser por excelencia en los regímenes políticos basados en un sistema de representación.
El concepto de partido político ha ido transformándose a medida que la sociedad evolucionaba. Si bien en un primer momento los teóricos 
pusieron más énfasis en el aspecto asociativo o ideológico de los partidos (como sucede en Constant, Burke, Marx o Engels), posteriormente tendieron a subrayar otros aspectos, tales como el organizativo, el temporal y el representativo o electoral (como sucede en Ostrogorski, Weber, Michels, Duverger o Sartori). 
Es difícil ofrecer una definición que pueda englobar a todos los partidos políticos de todas las épocas   y todos los países, puesto que, tanto desde el punto de vista interno (organización, funcionamiento, estructura...) como desde el externo (sistema político, sistema de partidos, funciones...), los partidos han sido y siguen siendo muy 
heterogéneos.
Conscientes de la necesidad de definir el concepto de un modo amplio, podríamos calificar de “partido político” a una asociación de personas unida por la defensa de unos intereses, organizada internamente mediante una estructura jerárquica, con afán de permanencia en el tiempo y cuyo objetivo principal sería alcanzar el poder político, ejercerlo y llevar a cabo un programa de gobierno, en principio para toda la sociedad y, al mismo tiempo, defender los intereses que representa.
Los partidos políticos, surgen pues a fines del siglo XIX, como una necesidad de la sociedad para su propia organización institucional y para dar respuesta a los problemas de los grandes sectores ciudadanos y clases sociales, con problemáticas, exigencias sociales y políticas a menudo contrapuestas y frecuentemente contradictorias.
En aquellos momentos, la división entre la sociedad civil y la ciudadanía como ámbito de la libertad de la persona – dotada de derechos inherentes - y la sociedad política o Estado exigía canales de comunicación que articularan intereses entre una y otra. Los cauces de intercambio fueron el parlamento,  los partidos políticos y los sindicatos o las asociaciones gremiales
Los partidos fueron y –pretenden ser aun- son los articuladores de la relación entre la sociedad civil y el Estado. En los sistemas políticos democráticos actuales, basados teóricamente en el pluralismo, los partidos se han erigido como los “mediadores” entre la ciudadanía y el Estado o el poder político y en los defensores del “interés general” por encima del interés particular o sectorial.


Este es precisamente el elemento que me parece más determinante para explicar y entender la alarmante crisis del sistema de partidos políticos y del sistema parlamentario tal como lo concebimos en la actualidad.


A mi entender el concepto clave es este rol de “articuladores” o de “mediadores” que el sistema político y la misma naturaleza de los partidos se les presupone. El “partir de las masas para volver a las masas” de Mao-Zedong o la teoria del partido como “vanguardia del proletariado” que formula Marta Harnecker, recogiendo el pensamiento de Marx i Lenin, dentro del campo marxista van precisamente en esta dirección.


Esta concepción, aunque podría pensarse anacrónica es la que predomina en la práctica en todos los partidos políticos, en su estructura interna y en sus procesos de toma de decisiones, en su estructura vertical y jerarquizada, sus congresos por “delegados” o “compromisarios”, en el sistema de elaboración de sus listas electorales, en la formulación de sus políticas y la aplicación de las mismas, tanto desde el gobierno como en la oposición y, de manera muy especial en España, el mismo sistema electoral


Parece a toda luz evidente, que unas estructuras creadas a fines del XIX puedan servir aun para principios del XXI. Sin embargo, los modelos de los partidos permanecen, en lo esencial, inmutables casi 150 años después.


En su momento, a finales del XIX y prácticamente hasta mediados/finales del XX, podría pensarse  y justificarse esta estructura de mediación y delegación.


En una sociedad mayormente analfabeta, sin medios de comunicación de masas universales, el acceso a la información y al conocimiento eran un lujo al alcance de muy pocos privilegiados. Era por tanto necesario que las bases de los partidos o los sindicatos confiasen en unos dirigentes y les delegasen la responsabilidad de la toma de las decisiones o del sentido del voto en el parlamento correspondiente o incluso en la política que se debía de tomar a partir de una información global que ellos no podían tener.


Vale la pena destacar en este sentido los esfuerzos que los movimientos anarquistas realizaron para instruir a sus afiliados: la creación de ateneos obreros por ejemplo, o las “casas del pueblo” dentro de la órbita socialista intentaron de alguna manera cumplir esta función: “Aprended y seréis libres” decía Francesc Ferrer i Guardia.


Sin embargo en la actualidad, con las redes sociales en pleno funcionamiento, los medios de comunicación y conocimiento masivos, al alcance global de cualquier ciudadano. ¿Para que es necesario este rol de “interpretación de la realidad” o de toma de decisiones a partir del conocimiento de esa realidad? Hoy cualquier ciudadano mínimamente formado puede tener el mismo acceso a la información que cualquier secretario general o miembro de la dirección de cualquier partido y en el mismo instante que el.


Parece evidente pues que los ciudadanos e incluso los militantes ven que los partidos siguen tomando sus decisiones al margen de ellos –existiendo los medios tecnológicos para poderlo hacer- Es por ello que sean visualizados como algo opaco, incomprensible, poco transparente y, en definitiva, de poca fiabilidad.


Tampoco es de recibo que los partidos políticos –al menos en España- reciban una financiación a cargo de los presupuestos del Estado. Es decir somos todos los ciudadanos, a través de nuestros impuestos los que financiamos a los partidos, simpaticemos o no con ellos. Es más como esta financiación es proporcional al número de votos y escaños obtenidos en las últimas elecciones, el sistema lo que hace es perpetuarse a si mismo, sin dar posibilidad a que otras opciones políticas puedan contender en el mismo plano de igualdad.


La ciudadanía desea, exige, participar. Que sus opiniones sean tenidas en cuenta y para ello no necesita intermediarios. Puede y quiere hacerlo directamente.


Es increíble como los partidos, ante este reto, se hayan atrincherado en si mismos. En vez de utilizar las tecnologías y las redes para abrirse y vincularse a sus militantes y votantes, las utilizan solo para propaganda.


¿De que sirve un congreso cerrado, realizado por delegados, escogidos en asambleas presenciales, donde puede ir solo quien puede, sea quienes conforme las políticas y escoja a las direcciones que deban implementarlas? ¿No sería mucho mejor celebrar unos congresos abiertos, donde asistiese quien quisiese y quien no, por las razones que fueran, pudiese seguirlo tranquilamente desde su casa o desde la sede de su asociación local? ¿No seria mejor que los candidatos a secretarios generales expusiesen sus puntos de vista ante su electorado –no solo frente a sus afiliados- y estos pudiesen votarlo simplemente apretando una tecla del ordenador o enviando un sms desde el móvil? 


¿No seria mejor arbitrar un sistema electoral con lista abiertas, con candidatos con cara y ojos, con cuerpo y espíritu,  en circunscripciones pequeñas, comarcas, barrios, distritos, donde las personas pudiesen votarlo directamente, conociéndole y por tanto con posibilidades de poderle pedir cuentas de su gestión? Y, en este supuesto ¿solo podrían presentarse los partidos políticos a las elecciones? ¿Por qué no personas independientes con vocación de servicio a la comunidad, o personas en representación de movimientos sociales o ciudadanos?


En definitiva, y retornando al principio, parece obvio que al igual que la sociedad del siglo XIX o del XX no tiene nada que ver con la del siglo XXI, las estructuras de la que nos hemos dotado para dirigirnos y gobernarnos no pueden ser las mismas que las del siglo XIX.


Algunas medidas podrían aplicarse desde los propios partidos, asumiendo la realidad y armándose de coraje y amplitud de miras y otras deberían abordarse a partir de una profunda reforma de los sistema electorales y modificando las leyes de financiación de los partidos y regulando su transparencia y rendición de cuentas.


Si no se abordan estas medidas con carácter urgente, la desafección continuará y la brecha entre la realidad ciudadana y la realidad del mundo de la política se irá ampliando cada día más y se confirmará, desgraciadamente – o no- que No, No nos representan.


Finalmente, unas reflexiones que quisiera dejar en el aire: ¿es el sistema de partidos, o incluso ¿es el sistema parlamentario actual el más beneficioso para nuestra sociedad globalizada actual? ¿Que grado de soberanía real tienen nuestros gobiernos o parlamentos? ¿Los partidos políticos deben ser el único vehículo de representación política parlamentaria e incluso para acceder al gobierno?


¿Sería válida todavía la famosa frase de Whiston Churchil de 1947 de que “la democracia (tal como la tenemos hoy –añado yo-)  es el menos malo de los sistemas políticos”? La respuesta está en el viento como diría Bob Dylan.


Acabaría con tres citas que me parecen especialmente relevantes, dos de George Bernard Shaw: "La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos." "La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección debida a una mayoría incompetente." Y una de Edmund Burke: “En una democracia, la mayoría de los ciudadanos es capaz de ejercer la más cruel represión contra la minoría."


Francesc Osan
6 de julio de 2012

3 comentaris:

  1. Excel·lent recull de la història, i la significació i mals (i bens tb) dels partits polítics.
    Jo afegiria un concepte que em sembla també clau per entendre la situació actual dels partits als ulls de la ciutadania: el difícil equilibri entre el grau d'especialització i professionalitat necessari per exercir els càrrecs polítics, i el temps de permanencia en els mateixos. (en roman paladino: poltrones i prebendes)

    Jaume

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  3. Está bien... un poco largo para mi gusto, pero bien asentado de fondo. No sé si tiene vuelta atrás esto de la política dirigida por gente mediocre y cruel. Yo creo que no. Ser de derechas o de izquierdas hoy es como ser un poco del Barça o del Madrid... de hecho las celebraciones cuando ganan unos u otros, sea en elecciones o campeonatos, son similares. Vivir de pertenecer a un partido político lleva para mí gusto implícita la penitencia... es imposible que puedan dormir creyendo que realmente el dinero que tienen lo están ganando honradamente. Yo, más que Churchill y gentuza por el estilo, prefiero recordar en estos casos a Evaristo (La Polla Récords)... "Queréis engañarnos, pero no podéis, tampoco tenemos precio. Vosotros veréis que hacéis... nosotros, ya veremos".
    Jesús

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