La noche posaba
sobre mi cabeza
había un “no” que prevalecía,
las luces me callaron y el cuerpo cedió,
jadeante
como cuando la loba sabe que es luna llena
y será visitada.
Había un no débil con mucha humedad de
por medio,
el piso helado
mi cuerpo tan caliente
que hacía de aquella habitación
tan cálida,
tan mía,
tan poética,
tan bohemia.
Hicimos el mejor
equipo que podía en ese juego existir,
ganamos,
perdimos
¡da igual ¡
lo que más recuerdo es la entrega,
el beso en mi larga, crespa y loca cabellera.
El baile de
invitación que se vio interrumpido por el beso y yo
allí renuente a sentirte por temor,
por mi estado de
encasillamiento,
en estado de
conflicto entre el ser y el deber ser.
Dividida entre lo
racional y lo inexistente.
Yo ahí soñando como
siempre lo hago,
creyendo que la magia seria eterna
como eternas son las
estrellas,
como complicada es
su luz.
¿Cuánta verdad hay en las palabras?
¿en las promesas?,
¿cuánta eternidad
hay en la magia que posa, se entierra, sale y se devuelve?.
¿Cuanta verdad hay
en mis palabras?
Hoy vuelvo a verte,
verme, sentir,
la lluvia que cae
desde este 9no piso,
las luces de tegu se encienden a mis pies,
todo conspira,
lentamente,
tortuosamente contra mis recuerdos
y una vez más me doy
cuenta que solo fue mi imaginación,
que aquel niño
disfrazado de hombre nunca estuvo aquí,
de pronto supe que
nunca te perdí porque nunca te tuve,
y que aquel amor que
existió solo de palabra
no fue más que la
fantasía loca producto de mis carencias afectivas,
nada natural,
todo forzado,
sin tener génesis
tuvo final.
En cuestión de
sentimientos no tengo racionalidad,
tu cuerpo joven, hábil, temeroso de extrañas
caricias
me busca
y yo
me rindo por un
instante
y descubro mi piel,
depurando un mar de
feromonas,
anteponiendo el
placer por amor e instintos por razón,
y cuando la lluvia
cesa,
cuando las luces de la ciudad se apagan
descubro que es todo
menos amor.
Iza Zeledón
Crónica
de un final sin inicio
Tegu, en
conflicto
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